Carta de una hija altamente sensible a su madre
Ser madre de una niña con el rasgo de Alta Sensibilidad, sin saber que este existía, ha sido un desafío lleno de aprendizajes. Vivir en primera persona mis miedos, mis «peculiaridades» y mi sobreestimulación frente a lo desconocido no fue sencillo para ti.
Sin embargo, fue tu amor incondicional, tu intuición y ese talento innato para comprenderme lo que permitió que aquella niña se convirtiera en una mujer fuerte, segura y capaz de enfrentar la vida sin temor.
El amor de una madre como guía y ejemplo
Mi madre es, sin duda, la persona que más admiro en este mundo. No solo me enseñó que el amor verdadero existe, sino que también se convirtió en mi guía y mi modelo a seguir en cada etapa de mi vida.
Recuerdo que, de pequeña, solía escribirle cartas en cualquier ocasión especial. Ella las leía con una sonrisa y sus ojos brillaban de emoción. Esos momentos quedaron grabados en mi memoria como un reflejo de nuestro vínculo único.
Además, en cada carta sentía la oportunidad de abrir mi corazón y expresar esos pequeños detalles que a veces no encontraba el momento perfecto para decir en voz alta. Esa interacción reforzó un amor que no solo era evidente, sino también profundamente comunicativo.
Reflexiones sobre el paso del tiempo
Con el tiempo, dejé de escribir esas cartas que tanto le gustaban. Sin embargo, hoy, aunque no sea su cumpleaños ni una fecha señalada, he decidido que es un buen momento para retomar esta tradición y expresarle todo lo que siento.
Mamá, sé que puede parecerte extraño recibir esta carta, pero sentí la necesidad de plasmar en palabras la profunda admiración que tengo por ti. A lo largo de los años, has enfrentado la vida con valentía, superando obstáculos y demostrando una fortaleza admirable.
En cada situación difícil que hemos vivido juntas, me enseñaste algo valioso: la importancia de no rendirse, de encontrar consuelo en los momentos duros, y de mostrar agradecimiento incluso en medio de los desafíos. Son lecciones que aún llevo conmigo y que intento replicar cada día.
Una infancia marcada por el amor y la resiliencia
Durante mi infancia, no siempre te lo puse fácil. A pesar de ello, nunca dejaste de mostrarme tu apoyo incondicional. En cada momento difícil, siempre estabas ahí con una sonrisa, un abrazo y las palabras justas para darme fuerzas.
Has sido mucho más que una madre: mi amiga, mi maestra, mi enfermera y, en los momentos más complicados, mi psicóloga. Gracias a ti, aprendí que la resiliencia y la paciencia son claves para superar cualquier adversidad.
De hecho, siempre encontrabas una forma especial de reconfortarme con ternura. Ya fuera con una taza de chocolate caliente o con esas charlas nocturnas donde intentabas descifrar mis silencios, lograste mostrarme que no estaba sola. Este acompañamiento constante fue un ancla que me sostuvo incluso cuando sentí que todo era demasiado.
Lecciones de vida que nunca olvidaré
Siempre recuerdo esa frase que me repetías de niña: “Hija, todo comienza con un pasito, pero el primer pasito de todos ha de estar en tu mente…”. Esa enseñanza me ha acompañado a lo largo de mi vida y me ha ayudado a vencer mis miedos para alcanzar mis metas.
No eres psicóloga ni experta en el rasgo de Alta Sensibilidad, pero con la mejor medicina del mundo —tu amor, esfuerzo y pasión por la vida—, lograste guiarme hacia una existencia plena y feliz.
Me enseñaste que equivocarse también forma parte de la vida y que, incluso en los errores, se encuentran valiosas oportunidades para crecer. Esta perspectiva me ayudó a enfrentar los retos con menos miedo y más confianza en mis recursos internos.
Un vínculo que trasciende generaciones
Hoy, como madre, entiendo aún más el valor de todo lo que hiciste por mí. Tengo la suerte de contar contigo a mi lado, como siempre lo has estado desde el día en que nací. Tu ejemplo me inspira a ser una mejor madre y persona cada día.
Te quiero, mamá. Prometo escribirte más a menudo y no dejar que estos pequeños detalles se pierdan con el tiempo.
Además, ya no solo te admiro como madre, sino también como mujer; porque me enseñaste que ser madre no anula quién eres, sino que añade una fuerza y sabiduría que inspiran profundamente.
Reconociendo el sacrificio materno
Ser madre no siempre es un camino fácil. Cada sacrificio que hiciste, desde las noches en vela hasta las renuncias silenciosas, lo llevo conmigo como una prueba de tu inmenso amor. Aunque en mi niñez no entendí la magnitud de todo lo que hiciste, hoy puedo reconocerlo y sentirme infinitamente agradecida.
A través de tus acciones aprendí que el verdadero amor no busca reconocimiento, pero merece ser valorado. Por eso, quiero expresarte mi gratitud no solo en palabras, sino también honrando tus esfuerzos con mi propia vida y mis decisiones.
Fortaleciendo la relación a través del tiempo
El tiempo y las experiencias nos han cambiado a ambas, pero nuestro vínculo sigue creciendo, adaptándose y fortaleciéndose. Mamá, quiero que sepas que nuestra conexión me ha enseñado la importancia de construir relaciones basadas en la comprensión, el respeto y la empatía.
Hoy miro hacia el futuro con la certeza de que siempre estarás ahí, en mis recuerdos, en mis valores y en la forma en que decido afrontar la vida. Espero que este lazo que compartimos siga siendo un refugio mutuo donde ambas podamos acudir, sin importar las circunstancias.
Posdata: En la foto que acompaña esta carta también está papá. Aunque hoy celebramos el Día de la Madre, quiero que sepas que ambos sois lo mejor que me ha pasado en la vida, junto a mi marido e hijos.