¿Qué es el vértigo?

El vértigo es un trastorno del equilibrio que se manifiesta como una sensación de movimiento o giro que no corresponde a la realidad. Esta percepción errónea se debe a una alteración en el sistema vestibular, ubicado en el oído interno y conectado al tronco del encéfalo. Por otro lado, el mareo, aunque también afecta al equilibrio, no siempre está relacionado con el sistema vestibular.

La palabra vértigo tiene su origen en el término latino vertere, que significa «dar vueltas». Esta sensación puede manifestarse como un balanceo, rotación o desplazamiento, dando la impresión de que el entorno o el propio cuerpo están en movimiento cuando en realidad no es así. Aunque no siempre se asocia a problemas graves, el vértigo puede ser altamente incapacitante y afectar significativamente la calidad de vida de quien lo padece, limitando sus actividades cotidianas y laborales.

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El mareo, por su parte, incluye sensaciones desagradables como vacío en la cabeza, inseguridad, inestabilidad, náuseas, vómitos, sudoración fría y palidez. Aunque ambos trastornos afectan el equilibrio, sus causas y tratamientos pueden diferir significativamente.

¿Cuáles son los síntomas habituales del vértigo?

Entre los síntomas más comunes del vértigo se encuentran la sensación de que los objetos giran alrededor, inestabilidad, dificultad para realizar actividades cotidianas y náuseas. Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración dependiendo de la causa subyacente.

A menudo, los afectados también experimentan movimientos involuntarios de los ojos (nistagmus) como parte de la alteración del sistema nervioso relacionada con el equilibrio. En casos más raros, el vértigo puede acompañarse de visión doble, parálisis facial, dificultad para hablar o debilidad en las extremidades, lo cual requiere una evaluación médica exhaustiva.

Durante una crisis de vértigo, el paciente puede experimentar una incapacidad total para desenvolverse con normalidad, lo que requiere atención médica inmediata para aliviar los síntomas y prevenir complicaciones mayores.

¿Tiene alguno de estos síntomas?

Si experimenta estas sensaciones, es posible que padezca vértigo y necesite una evaluación médica especializada. Algunos estudios, como los respaldados por la Sociedad Española de Otorrinolaringología (SEORL-CCC), indican que hasta el 80% de la población puede experimentar un episodio de vértigo a lo largo de su vida.

¿Cuáles son las causas del vértigo?

Las causas del vértigo pueden clasificarse según su origen. Las alteraciones del oído, como el vértigo posicional paroxístico benigno, la enfermedad de Ménière y la neuritis vestibular, representan el 54% de los casos. Estas afecciones suelen ser las más frecuentes en consultas relacionadas con mareos y vértigo.

Otras causas incluyen factores otológicos o periféricos, como tumores (neurinoma del acústico), traumatismos, infecciones, toxicidad o causas idiopáticas, que abarcan el 33% de los casos. Además, patologías neurológicas como problemas vasculares o esclerosis múltiple también pueden desencadenar vértigo.

Otro detalle importante es la diferenciación entre vértigo periférico y vértigo central. Mientras que el periférico se origina en el oído interno o el nervio vestibular y es el tipo más frecuente, el vértigo central surge de problemas en el cerebro, como lesiones en el tronco encefálico o cerebelo. En general, el vértigo periférico tiene un inicio brusco y síntomas más intensos, mientras que el central tiende a ser más leve pero con una evolución progresiva.

¿Quién puede padecerlo?

El vértigo puede afectar a personas de cualquier edad, desde niños hasta ancianos. Los síntomas de inestabilidad pueden aparecer en diferentes etapas de la vida y variar en intensidad y frecuencia.

En los niños, el vértigo suele manifestarse como episodios breves y espontáneos que tienden a desaparecer con el tiempo o evolucionar hacia migrañas. En la mayoría de los casos, estas crisis están relacionadas con problemas en el oído medio.

En los ancianos, el vértigo puede presentarse como un trastorno multisensorial que evoluciona hacia una inestabilidad crónica. Esto ocurre cuando los sistemas del equilibrio (vista, oído y articulaciones) no funcionan de manera coordinada. Además, su incidencia entre personas mayores es significativa, interrumpiendo sus actividades cotidianas en más del 80% de los casos.

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Tipos de vértigo

El vértigo puede clasificarse de diversas maneras. Una de las clasificaciones más comunes se basa en la localización de la enfermedad que lo provoca, dividiéndolo en vértigos periféricos y centrales. Esta diferenciación es clave para determinar el tratamiento adecuado.

  • Vértigo periférico: Provocado por alteraciones en el sistema vestibular o el nervio que lo conecta al cerebro. Es el tipo más común y se caracteriza por un inicio abrupto y síntomas intensos, incluyendo náuseas, vómitos y pérdida de audición ocasional.
  • Vértigo central: Originado en el sistema nervioso central. Suele tener síntomas menos intensos pero con evolución progresiva, como es el caso de enfermedades cerebrovasculares o migrañas.

Es importante que un especialista evalúe el tipo y las causas, ya que el tratamiento depende en gran medida de esta distinción.

¿Cómo se diagnostica el vértigo?

El diagnóstico del vértigo comienza con una historia clínica detallada, que es fundamental para identificar las posibles causas y evaluar el impacto de los síntomas en la vida diaria del paciente. Este paso inicial es crucial para avanzar en el diagnóstico y planificar el tratamiento.

La exploración física incluye un examen otorrinolaringológico completo que abarca oído, fosas nasales, nasofaringe, cavidad oral y laringe. Además, se evalúan los nervios craneales para diferenciar entre vértigo central y periférico, lo que permite un diagnóstico más preciso. En algunos casos, pueden ser necesarias pruebas complementarias como resonancias magnéticas o estudios audiométricos.

¿Cómo se trata el vértigo?

El tratamiento del vértigo depende de su causa. En el caso de la enfermedad de Ménière, que se origina en el oído interno, se recomienda una dieta baja en sal y la eliminación de líquidos para reducir la acumulación en esta área, que es la responsable de los episodios de vértigo.

Adicionalmente, tratamientos como la maniobra de reposicionamiento canalicular son efectivos para el vértigo posicional paroxístico benigno. Este procedimiento rápido y no invasivo ayuda a recolocar los cristales de carbonato de calcio en el oído interno.

Cuando las medidas dietéticas no son suficientes, se recurre a tratamientos médicos. Aproximadamente el 70% de los pacientes mejoran con un enfoque combinado de medicación y dieta. Si estos métodos fallan, se utiliza la gentamicina intratimpánica, un antibiótico que se aplica directamente en el oído medio.

En casos extremos donde el tratamiento médico no es efectivo, se recurre a intervenciones quirúrgicas como la neurectomía vestibular o la laberintectomía. Esta última implica la eliminación de los receptores sensoriales del equilibrio en el oído interno, lo que resulta en la pérdida de audición, pero elimina los episodios de vértigo.

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